Con motivo de la participación de Mad is Mad en Room Art Fair 5, os traemos esta deliciosa entrevista. Esperamos que disfrutéis.
¿Cuándo decidiste ser galerista y cómo fue el proceso?
La idea me rondaba la cabeza desde joven, desde que tenía veintitantos: contar con un pequeño espacio en el centro de Madrid dedicado al arte emergente. En realidad, desde niño tuve dos pasiones: el arte y el periodismo. Y he tenido suerte, pues he podido volcarme a fondo en ambas trayectorias. En periodismo, 25 años en ‘El País’, y ahora tres años ya en la revista de cultura y medioambiente ‘El Asombrario’. La idea de la galería se materializó en 2003 gracias al apoyo de dos amigos, también periodistas, que decidieron embarcarse en el proyecto. Pronto encontramos un local en la calle Pelayo, en Chueca, el barrio donde habíamos decidido que queríamos estar. Un local que había servido de almacén de tallas de santos y vírgenes. Dos años después, en 2005, abríamos Mad is Mad. Y aquí seguimos, muy fieles al primer concepto del espacio, diez años después.
¿Tienes tu propia colección?, ¿cuál fue la primera pieza y cuanto costó?, ¿con qué edad te compraste tu primera obra de arte?
Sí, ahora tengo decenas de piezas, que compro de las propias exposiciones que organizamos en Mad is Mad, pues el 100% de los artistas con los que trabajamos me fascinan. Pero ya antes compraba arte, desde los veintitantos también, en la feria Estampa, en las galerías La Caja Negra, Estiarte… La primera, primera pieza, no la recuerdo. Seguramente alguna litografía de Saura o Mompó o Canogar… Ah, y dibujos de José Manuel Ballester, que luego ha sido premio nacional de Fotografía y de Grabado, y se ha convertido en gran amigo. ¿Lo que me costó? Ni idea. Eran pesetas, y con el cambio al euro me despisto mucho… No sé, serían unas 30.000 o 40.000 pesetas.
Room Art Fair cumple cinco años, ¿ha cambiado tu vida mucho desde entonces?
Sí. Trabajaba en ‘El País Semanal’ como subdirector. Ahora tengo mi propio medio, ‘El Asombrario’. En Mad is Mad, todo sigue más o menos igual, peleando mucho para que siga abierta y para mantener el criterio y las ilusiones. Ahora estoy enamorado. Peso lo mismo. Tengo más canas y la barba más blanca. Estoy más decepcionado con la política y el periodismo…, y más preocupado por la salud del planeta, y con la situación de letargo y mezquindades que vive España.
¿Cuándo fue la primera vez que participaste en Room Art Fair y qué artistas participaron?
Participamos en la segunda edición, en un hotel en Red de San Luis, en una maravillosa habitación con vistas a la Gran Vía. Nos acompañaron María Ángeles Atauri, María Ramírez, Eva Solano y Pablo Azkue. Todo muy luminoso y colorista.
¿Cuál es tu apuesta para este año en Room Art Fair?
Tres artistas con mundos muy personales -tanto profesional como personalmente-, con caracteres muy fuertes y capaces de inquietar, de elevarte con belleza, de sugerirte rincones oscuros. Son Frédérique Bangerter (suiza afincada en Madrid), la madrileña Berta López y el asturiano Assaf Iglesias.
¿Cuál es el artista más joven que habéis representado en vuestra galería?, ¿cómo le fue?
Hemos expuesto a una chica de 15 años, de nombre artístico Plug. La verdad es que se mosqueó con nosotros, porque, ya sabes la soberbia de la adolescencia, no le vendimos todas las piezas que ella creía que debía vender. Y le he perdido la pista. Una pena. Tiene mucho talento e imaginación, pero también ‘el pavo’ que acompaña a muchos artistas emergentes, por desconocimiento.
Según tu criterio, ¿cuál es la principal ventaja de este tipo de ferias?
El formato hotel, que ayuda a un contacto distinto con el público. Más íntimo. Las habitaciones invitan mucho a la charla. He de confesar que no soporto el arte estabulado de los stands… Creo que las ferias muy grandes son todo lo contrario a la experiencia artística. Es puro mercado. Y, la verdad, no me metí en este mundo por los codazos y ambiciones del mercado, sino porque realmente disfruto con los artistas, con sus trabajos y su manera de ver el mundo, la menos estandarizada de nuestro tiempo. Los galeristas tenemos también una responsabilidad grande en construir mundos distintos, que se alejen de lo que el capitalismo salvaje pretende; hemos de proteger eso, las visiones distintas de la realidad, y no pasarlo todo por la ‘turmix’ del mercado.