
¿Cuándo decidiste ser comisaria de exposiciones y cómo fue el proceso?
Recién acabada la carrera entré a trabajar como asistente de dirección en la Galería Tomás March de Valencia. Pese a que mis tareas eran sobre todo administrativas (facturas, declaración trimestral, notas de prensa, mailing, catálogos, papeleo para ferias como Art Basel y ARCO), pronto comencé a involucrarme en los montajes, sus directores Tomás March y Salomé Cadenas, con 25 años de experiencia a sus espaldas, siempre tuvieron en cuenta mi punto de vista, me animaban e instruían. Trabajando codo con codo con ellos y los artistas descubrí que aquello, contribuir al proceso de montaje, era un privilegio de lo más estimulante, ya fuera en sala o en feria. Relacionar unas obras con otras, pensar el recorrido, ayudar a que el artista transmitiera lo que quería transmitir, verlo feliz y ver al público disfrutar de la exposición, me motivaba más que las ventas. En un par de meses me hicieron fija y me subieron el sueldo, que era un muy, muy buen sueldo en aquel momento y siendo tan joven (ahora también lo sería pues algunos asistentes están en condición de becarios y los que no trabajan a media jornada o con salarios justitos). Pasaron varios años y la crisis económica atacó fuerte al sector, mis jefes intentaron aguantar pero finalmente cerraron. Para mí aquel momento abrió un abanico de posibilidades, me vi introducida en el sector, libre de horarios y ataduras, con capacidad para emprender mis propios proyectos. Sin haber vivido esas experiencias no estaría hoy donde estoy, las atesoro y me siento profundamente agradecida.
¿Cómo crees que el comisario de exposiciones puede propiciar el coleccionismo particular e institucional?
A mi despacho acuden, por un lado, artistas pidiendo consejo y, por otro, coleccionistas que buscan una mirada fresca sobre su colección, que quieren asesoramiento para ampliarla, reorganizarla o exhibirla, pues el auténtico coleccionista es coherente con lo que colecciona y hay un porqué detrás de cada uno de sus movimientos. Desconozco si cuando vienen a mí es por mi trabajo como crítica de arte o como comisaria de exposiciones, supongo que se trata del conjunto, si bien es cierto, un buen comisariado en el que se transmite la pasión de los artistas es una carta de presentación magnífica para llegar al coleccionista tanto particular como institucional.
Cuáles son tus principales detonantes a la hora de construir un discurso curatorial.
Cada proyecto es diferente, igual que las particularidades de cada artista son unas concretas, de modo que mis energías y habilidades se amoldan necesariamente a la situación. Pienso mucho, leo, me inspiro, miro con atención y relaciono conceptos con avidez, se podría decir, en tono cómico, que paso largos ratos «filosofando» y de ahí surge mi discurso curatorial. Estudié la licenciatura en Filosofía y aún me ponen la etiqueta de «filósofa» pese a que el doctorado lo hago en Bellas Artes, en cualquier caso dudo que un título te convierta en filósofo, por eso me río y sonrojo cuando llego a una mesa redonda y veo bajo mi nombre la etiqueta, también cuando leo a compañeros de carrera que, intentando hacerse un hueco, se autodenominan así con cierto aire de arrogancia y esnobismo que me produce vergüenza ajena. Para elaborar un discurso curatorial digno y atractivo no se necesita ningún título universitario, cualquier persona con una idea factible, respeto por la obra de los artistas, ilusión y ganas de trabajar, es capaz de comisariar, venga del campo que venga, incluso si es autodidacta, lo crucial para mí es la honestidad.
¿Tienes tu propia colección?, ¿cuál fue la primera pieza y cuánto costó?, ¿con qué edad te compraste tu primera obra de arte?
Tengo una pequeña colección de dibujo y obra gráfica, excepcionalmente algunas fotografías, pero no me considero «coleccionista» en absoluto. Una serie fotográfica políptica de nueve piezas de Evelin Stermitz, por ejemplo, un collage digital de Juan Carlos Rosa Casasola, obra en papel de Campano o Vicky Uslé, una gráfica de Rubenimichi, otra de Jorge Carla, otra de Deih etc., mezcla visceral, retazos del trabajo de artistas que me gustan, que admiro o que quiero. Mi primera obra de arte creo que fue un dibujo del italoaustraliano Iacobelli y costó lo que el alquiler de aquel mes, yo tendría 23 o 24 años. Más que comprar a menudo para mí, lo que sucede es que cuando he de hacer un regalo, regalo arte. Lo último que compré no fue para mí, ni fue arte contemporáneo si no arte tribal africano, una antigüedad, para un amigo que cumplía los 60 y que tiene ya una buena colección de objetos africanos. Se trataba de una escultura lobi de Burkina Faso que perteneció a un célebre coleccionista californiano en los años 70 y que al fallecer pasó de anticuario a anticuario a través de su familia para acabar cuarenta y pico años más tarde en la tienda de Jan Hantke, quien me la vendió.
Room Art Fair cumple cinco años, ¿ha cambiado tu vida mucho desde entonces?
Muchísimo. He vivido en cuatro casas diferentes, he viajado, he aprendido, he conocido a artistas increíbles, en cinco años la vida ha dado mil vueltas, aunque yo sigo siendo la misma. Aparentemente llevo un ritmo frenético porque desde fuera se ve que no paro de hacer cosas, de presentarme a concursos, de publicar textos y de moverme pero lo cierto es que en mi día a día voy despacio. Tardo casi una hora en desayunar mi zumo de naranja natural, tostada de tomate y café con leche diario, leo el periódico, empiezo el día en calma y llego tarde a todas partes, pero es que si no, con tanta actividad me vendría abajo, no llegaría al final de la jornada. Hoy estoy aquí, mañana marcho a Bilbao a dar una conferencia y la semana siguiente a Madrid, luego un curso en Málaga, un comisariado en Atenas, otro en Mallorca, unos treinta emails al día y tropecientas notificaciones cada vez que abro una red social, sin olvidar que cuando escribo lo hago a altas horas de la noche. Hace cinco años acababa de terminar un segundo máster, había trabajado largo tiempo en una galería de arte, me había mudado a Murcia y estaba pensándome si abrir una editorial de ensayo sobre teoría del arte… Ahora llevo tres ediciones de ARCO participando como expositor con la editorial y vivo en Valencia, aunque paso casi la mitad del mes fuera.
¿Cuándo fue la primera vez que participaste en Room Art Fair?
Esta es la primera vez que participo, conocía la feria y la había visitado antes como público.
¿Cuál es tu apuesta para este año en Room Art Fair?
Me preguntaba cómo retrataría hoy Edward Hopper la soledad en un mundo tan tecnificado y conectado, soy una enamorada de sus cuadros, fascinantes, así comencé a fantasear con la idea de trasladar a la habitación de un hotel ese interrogante, imaginándome una escena a lo David Lynch. Room Thoughts es el título de mi proyecto, creado a medida para esta feria, e invita al espectador a adentrarse en lo que podría ser un cuadro de Hopper actual en movimiento, propone un ejercicio de introspección a partir de la experiencia de permanecer a solas en una habitación, un lugar de tránsito pero íntimo, un espacio en el que meditamos, descansamos y nos arreglamos para los otros cuando estos no nos ven. La habitación propia o ajena, de paso, como podría ser la de un hotel, vista como ventana al mundo a partir de la cual nos mostramos a él. Lo componen obras del pintor venezolano residente en Qatar Johnatan Machado, la videoartista vienesa Evelin Stermitz y la performer murciana afincada en Madrid Violeta Nicolás.
¿En que se parece o diferencia tu propuesta para Nuevos Comisarios de otros proyectos curatoriales anteriores que hayas realizado?
Se diferencia en que junto a tres artistas de tres nacionalidades diferentes, con un recorrido tan dispar, tres generaciones y tres técnicas distintas, una apuesta muy arriesgada que no había hecho nunca así; me gustan los retos y cuando ideé el proyecto, pensando en el concepto, en la atmósfera que quería generar, los nombres surgieron solos. No tuve que darle muchas vueltas, pensé en ellos en seguida, los imaginé juntos. ¿Por qué no puede dialogar el performance con la pintura o con el vídeo? Me interesa difuminar los límites del arte, contribuir a generar sinergias y cuestionamientos. También el hecho de aportar una mirada interdisciplinar, entre lo cinematográfico, lo teatral y lo pictórico, se convirtió en mi objetivo.
¿Cuál es el artista más joven que has comisariado?, ¿cómo le fue posteriormente?
La fotógrafa Mai Oltra, natural de Alcoy que vive en Barcelona. Joven porque era y es joven pero además porque había expuesto poco y poca era la confianza que tenía ella misma en su trabajo a la hora de mostrarlo, ¡con el talento que tiene! Comisarié en 2014 su exposición individual Written in Ink, veinte retratos analógicos en blanco y negro de personas que llevan gran parte de su cuerpo tatuado pero que en el trabajo, por un motivo u otro, se tapan los tatuajes. Desde una educadora infantil, un dependiente, una médico a una registradora de la propiedad, todo tipo de personas que en su día a día, por culpa de los estereotipos de belleza y los prejuicios en torno al tatuaje que aún asocia mucha gente a connotaciones negativas, han de ocultar. Mai los retrataba en su salsa, una vez fuera del horario laboral, posando naturales y mostrando su piel con libertad. Fue un éxito radical, la exposición salió en televisión y en todos los periódicos nacionales, el teléfono no paró de sonar, cada día iba más público a la sala para ver las fotos, prorrogamos la muestra. A partir de ahí Mai se soltó, amplió el proyecto, comenzó otros y ya ha expuesto de nuevo, además de retratar a Natalia Ferrari para la portada de Interviú el mes pasado. El talento resplandecía en ella, yo tan solo lo percibí y la estimulé para que saliera adelante pero el mérito es suyo. La prueba es su actual situación, no para de trabajar en lo que le gusta, se dedica en exclusiva a la fotografía mientras que cuando la conocí tenía otro trabajo que era el principal sustento. Es importante apoyar a artistas jóvenes, la mayoría de comisarios «emergentes» (como me denominan a mí) trata fervientemente de acceder a trabajar con artistas consagrados, tal que si el éxito preestablecido se contagiase, yo tengo una tendencia opuesta porque me doy cuenta de que cuanto más jóvenes somos más necesitamos sentir apoyo y refuerzo positivo, que nos digan «sí, sigue tu instinto, lo que estás haciendo tiene interés, no tires la toalla». No sé si el éxito es contagioso pero el entusiasmo sí lo es.
Según tu criterio, ¿cuál es la principal ventaja de este tipo de ferias?
Que favorecen a los jóvenes artistas cuando están en ese momento de fragilidad en que no siempre cuentan con galería, ni saben cómo moverse en el mundo del arte, sin duda esto les ayuda a introducirse. Además, a las galerías que están empezando les da visibilidad, experiencia y empuje para continuar en la brecha, así como a los comisarios. Este es un ámbito difícil en el que hay que hacer piña y se agradece muchísimo que iniciativas como Room Art Fair tengan el apoyo del público y de la crítica, imprescindibles ambos para perdurar y seguir desarrollando su labor en beneficio del sector al completo.